En muchas ocasiones se da por supuesto que solo hay una manera de tocar fondo psicológicamente: sentirse profundamente triste y sufrir intensamente. Sin embargo, esto no es así.
También hay otra clase de desgastes psicológicos basados no en el exceso sino en la ausencia. Concretamente, la ausencia de energía y de motivación. Esta sensación de estancamiento emocional y falta de motivación se suele plasmar en un pensamiento muy simple: “no tengo ganas de nada”.
En este artículo veremos cuáles son las características de este estado mental y qué se puede hacer para ponerle freno.
No tengo ganas de hacer nada: las señales de alerta
La falta de ganas para hacer cualquier cosa es algo totalmente diferente a la holgazanería o el cansancio. Se trata de una disposición psicológica por la cual la persona siente que no tiene sentido plantearse metas u objetivos a corto o a largo plazo.
Entre las señales más habituales de que algo no va bien en quien no tiene ganas de hacer nada encontramos las siguientes:
- Mantenimiento de una vida muy sedentaria.
- Aislamiento y falta de interacción social.
- Abandono de los proyectos que se mantenían a flote, o paso a invertir en ellos bastante menos trabajo del esperable.
- Sentimiento de que se vive sin objetivos ilusionantes y sin rumbo.
- Solo se tiene ganas de dormir o intentarlo.
La abulia
En los casos más extremos de este fenómeno, esto pasa a llamarse abulia, y es uno de los síntomas típicos de la depresión. La abulia es la ausencia cai total de ganas de vivir o de hacer cualquier actividad. Por otro lado, la abulia aparece frecuentemente junto a la anhedonia, la incapacidad por experimentar placer, con la que se retroalimenta fomentando una vida extremadamente sedentaria.
1. Adopta compromisos
Desde el primer momento en el que una persona decide ponerse manos a la obra para salir de ese estado por el que no tiene ganas de hacer nada, eso ya es un gran progreso, dada la naturaleza del problema a solucionar. Sin embargo, eso no servirá de mucho si no se plasma en acciones, si no se materializa.
Por eso, hay que tener claro desde el primer momento que lo que viene consiste en hacer todo lo contrario de lo que nos pide el cuerpo, dado que en primer lugar el problema es que el cuerpo nos exige quedarnos quietos y no hacer nada. La lógica a seguir a partir de este momento es la de obligarse a verse involucrado en tareas.
2. Practicar ejercicio físico
El ejercicio físico es probablemente una de las cosas que menos apetece hacer cuando se experimenta abulia o un fenómeno psicológico similar. Sin embargo, buena parte de la solución pasa por activarse literalmente: entregarse a tareas que sean moderadamente demandantes físicamente.
Esta es una solución simple para lo bueno y para lo malo: es fácil entender lo que hay que hacer, pero tener las fuerzas para actuar en consecuencia e invertir tiempo en esforzarse en ello no resulta agradable.
Hacer esto ayuda a alcanzar un estado mínimo de activación que nos ayudará a ser capaces de sentir ilusión por una mayor cantidad de proyectos y experiencias, de modo que es uno de los consejos más importantes al empezar.
3. Relaciónate con los demás
Las relaciones sociales generan contextos en los que es más fácil ponerse en contacto con situaciones nuevas y excitantes. Romper con la rutina ampliando el círculo de amistades resulta algo casi espontáneo, que se da sin tener que esforzarse.
La situación ya provee con esta clase de experiencias en las que otras personas nos aportan nuevas filosofías de vida, nuevas perspectivas y fuentes de motivaciones, y que en general, dan motivos para hacer algo más que no sea dormir o permanecer en la cama.
4. Lleva una vida saludable
Duerme lo justo; ni muy poco, ni demasiado. Además, no permanezcas durante horas en la cama si no es para dormir, y como sano para que no te quedes sin energía con facilidad.
5. Divide tus proyectos en objetivos más cortos
La falta de motivación es un problema especialmente al principio; una vez se ha empezado a hacer algo, causa más placer seguir haciéndolo, y compensa más el esfuerzo que requiere.
Por eso, hay que intentar hacer que sea más sencillo empezar a realizar las actividades, y dividirlas en pequeñas tareas ordenadas secuencialmente es lo más eficaz para conseguir esto. De esta manera, la perspectiva de ponerse a ello no parece tan dura.
6. Ve a terapia
Contar con la ayuda psicológica de un terapeuta es siempre una manera de apostar fuerte por la recuperación de la motivación. Volver a tener ganas de hacer algo más que no sea dormir pasa muchas veces por pasar por la consulta de un psicólogo.